La fachada descuidada de lo que fue el Teatro Carrera y las tiendas de repuestos para autos, le dan un aspecto tosco a la calle Concha y Toro. Pero adentrarse en ella, es mƔs interesante que quedarse en La Alameda.
En una muralla, la pintura de un gato que simula tener tĆtulos de nobleza, pareciera ser la seƱal de que uno va por el camino correcto. Es la promesa de que en unos pasos mĆ”s, hay algo en la profundidad de la calle a la espera de ser descubierto.

Hacia delante, todos los caminos llegan a la Plaza Libertad de Prensa, donde se alza una fuente de agua que marca el centro de este lugar encapsulado en el tiempo. Las calles cortas y tapadas de adoquines, asĆ como las eminentes puertas con grandes marcos, son las joyas de este sector residencial y comercial.
El mĆ©rito por la organización de los eventos se lo llevan los vecinos del sector, tanto dueƱos como arrendatarios, que esperan posicionar en lo mĆ”s alto al barrio que los alberga. Entre la cartelera que ofrecen, hay exposiciones, talleres artĆsticos, ferias y otras instancias pensadas en los visitantes.
Una de las casonas del lugar funciona como el centro cultural CyT, el cual continĆŗa en un proceso de restauración para poder habilitar mĆ”s espacios. Esta tarea la ha llevado a cabo Alejandra Balboa, diseƱadora, productora de eventos y gestora cultural, que ademĆ”s vive ahĆ.
āTenemos un estudio fotogrĆ”fico donde hacemos fotos estilo retro, que es nuestro trabajo. TambiĆ©n organizamos conciertos Ćntimos, cuentacuentos, exposiciones diversas de artesanĆa o algĆŗn otro tipo de arteā, explica Alejandra sobre el centro cultural.
Para lograr que las personas asistan a estas actividades, hay un trabajo continuo de difusión en las redes sociales del Barrio Concha y Toro, que se pueden encontrar bajo ese mismo nombre. Pero ademĆ”s de estas experiencias enriquecedoras en aspectos culturales, las personas no suelen irse con las manos vacĆas.

Una forma de endulzar una tarde por las calles de este sector patrimonial, es pasar a la tienda de Rodrigo Salazar. Ćl es un chocolatier, que llegó hace unos meses a Garden, patio donde se ubican otros negocios que se han instalado en el sector.
Junto a su socia, Marianne Salinas, se han dedicado a la fabricación y venta de chocolates, en los que se destaca el uso de flores de Bach como uno de sus ingredientes principales. También elaboran barras con incrustaciones, bombones rellenos y chocotransfers, chocolates a los que se les puede agregar un mensaje personalizado.
De acuerdo a lo que relata Marianne, llegaron al sector en busca de un espacio donde montar su cocina. āNos enamoramos del lugar y por eso decidimos mantener la arquitectura. Cuando vimos el barrio, la pileta que es de las mĆ”s fotografiadas, decidimos hacerlo tienda y no un sitio cerradoā, asegura.
La vitrina se llena de colores por los bombones que Rodrigo pinta, una tĆ©cnica que aprendió en pandemia. āMe especialicĆ© al punto que fuimos pioneros en lo que nos diferencia, que es pintar los chocolates. AsĆ seguimos avanzando hasta llegar a lo que somos ahora, la chocolaterĆa Süssā, comenta mientras prepara cosas en su cocina.
Al igual que el resto de los locatarios de Garden, estos dos socios se preparan para hacer āactividades que logren que la gente venga a conocer el patio, porque este sector es histórico, un patrimonioā, tal como explica Marianne.

El declive de un patrimonio
El nĆŗmero de personas que se aventuran por la calle Concha y Toro ha disminuido, y no es una simple coincidencia ni por cuestiones de tiempo. Se dice que este sitio estĆ” en decadencia y existen razones para creerlo.
Hay varias universidades y colegios cercanos a la zona, por eso llegan ahà personas mucho mÔs corrientes que la aristocracia que hace décadas atrÔs visitaba el vecindario. Hoy las bancas que rodean la fuente suelen estar ocupadas por adolescentes y jóvenes que van al lugar para charlar en medio del olor a humo y el sonido de las latas al abrirse.
SegĆŗn Alejandra Balboa, āellos se dedican a carretear y dejan todo muy sucio, ademĆ”s de que hacen mucho escĆ”ndalo. Al dĆa siguiente tenemos que limpiar las latas, las botellas, las colillas de cigarro, el percolado y ademĆ”s queda un olor maloā.
Estas situaciones le han restado pĆŗblico al barrio, quizĆ”s porque se ha perdido el ambiente familiar o la comodidad y calma que ostentaba la mayorĆa del tiempo. Pero hay mĆ”s, pese a que esta zona debe preservarse sin intervenciones por ser un monumento histórico, ya es comĆŗn que las fachadas se vean tapadas por grafitis.
A menudo, se puede encontrar personas que toman fotos en el sector, como Christian Rojas, director creativo y parte de la agencia de publicidad Odyssey. En su opinión, ālas construcciones se ven opacadas por los rayados. Gracias a Dios, no le han hecho nada a la pileta y se mantieneā, ademĆ”s, comenta que āsacar fotos en la noche es precioso debido a la luz. OjalĆ” fuera asĆ en el dĆa, pero lo Ćŗnico que resalta es la basuraā, situación que lamenta mientras realizaba una campaƱa publicitaria a las dos de la tarde en medio de la plaza.

Acorde con lo que menciona Alejandra Balboa, āno hay recursos destinados a la preservación del barrio. Es una lucha permanente por pintar los grafitis y mantener limpio. Si bien existe el servicio de limpieza municipal, hay fines de semana donde no vienenā. Para el pesar de quienes van al lugar y, sobre todo de los residentes, la cuestión de la suciedad parece no tener fecha de tĆ©rmino. Pero no todo estĆ” perdido.
El oasis de los artistas
Este lugar delimitado por La Alameda, Ricardo Cumming, Erasmo Escala y Brasil, recibe su nombre por Enrique Concha y Toro. Ćl fue Ingeniero de profesión y se dedicó a trabajar en el Ć”rea de la minerĆa a finales del siglo XIX, lo que le permitió robustecer su patrimonio.
En un inicio, habĆa una Quinta en donde se irguió el palacio que ocupaba todo el sitio que hoy llenan las casonas y palacetes del sector. Su primer dueƱo fue JosĆ© Diaz Gana, quien se vio en la obligación de venderlo luego de una crisis económica, sin haberlo podido habitar. En ese momento lo adquirió Enrique junto a su esposa, Teresa Cazotte.
El matrimonio rebautizó el edificio como Palacio Concha-Cazotte, donde vivieron con sus tres hijos. Ellos fueron los que le entregaron al lugar un aura de grandeza y esplendor por las fiestas que ofrecĆan y las piezas de arte que se podĆan ver en sus dependencias.
En el libro de HernĆ”n Urrutia, que recibe el mismo nombre del sector, se explica que āen los aƱos posteriores la familia comenzó a perder su patrimonio económico, por lo que en el aƱo 1922, la viuda de Enrique Concha y Toro decide urbanizar la Quinta, vendiendo los sitios resultantes del loteo. Esta decisión fue el origen del barrioā.
Alejandra Balboa relata que āel 15 de octubre de 1912, en el palacio se celebró el baile de fantasĆa y mĆ”scaras entre las familias de la aristocraciaā, y que ellos lo han recreado ādesde el 2016, como celebrando el dĆa del Barrio Concha y Toroā. Tanto ella como su equipo, esperan a los visitantes que se quieran sumar en octubre o noviembre al festejo que conmemora la historia de esta emblemĆ”tica zona.
Las actividades impulsadas por los vecinos del lugar, son un intento por recuperar esa grandeza que caracterizó al barrio, que en repetidas ocasiones, fue sede de artistas que buscaban retratar en sus trabajos la estética que la zona posee.
El cineasta antofagastino, Johan López, encontró en el sector āun espacio que sobrevive a la deformación urbanaā, y por eso, junto a su equipo decidieron filmar ahĆ el video de De Nazareno de Joakino.
Como director del proyecto audiovisual, Johan tenĆa la idea de ābuscar lugares que fortalecieran el concepto del videoclip, retratando una especie de universo góticoā, asimismo, asegura que este sitio y sus corrientes de arquitectura gótica y neoclĆ”sica, servĆan para la propuesta.
Para Ć©l, algo todavĆa mĆ”s relevante en la decisión del sector donde filmarĆan, era la necesidad de āgrabar todo en plano secuencia (continuo, sin cortes), por lo que era importante que estuviĆ©ramos en un lugar atractivo y de fĆ”cil recorridoā, como lo son las calles cortas del vecindario, que se ubican en torno a la plaza y, ademĆ”s, convergen ahĆ.

AƱos atrĆ”s, otro nombre que recorrió los caminos con adoquines de la zona, fue uno de fama mundial. De PerĆŗ a Chile, y del hotel al centro de Santiago, Jennifer López sorprendió al aparecer en el Barrio Concha y Toro. Su visita no fue casual, segĆŗn una nota publicada por Meganoticias, en el aƱo 2011, la cantante y actriz grabó ahĆ escenas para su reality show Q’Viva: the chosen, con la intención de convocar a un casting a los que hubiesen querido participar del programa grabado en Estados Unidos.
Aún hay muchos registros de la intérprete en el vecindario, que entonces se desempeñaba como jurada del show. Otra artista, que cumplió el mismo rol en los programas The Voice Chile y Mi Nombre Es, fue Nicole, que también llegó al barrio en los inicios de su carrera.
En 1994, la chilena lanzó la canción Esperando Nada, que pertenece al Ôlbum del mismo nombre, y que cuenta con un videoclip disponible en YouTube, que fue posteado por el canal oficial de la artista, Nicolemusik. Hasta ahora cuenta con mÔs de tres millones de reproducciones y 14 mil me gusta, y tiene entre sus peculiaridades, algunas tomas en el emblemÔtico barrio.
Al ritmo de la música, se revelan pinceladas del sector, en las que se puede ver la fuente, algunas calles y un plano mÔs general que facilita a quienes conozcan el lugar, identificarlo con seguridad.
Para Johan López, desde el punto de vista del cine y las producciones audiovisuales, el vecindario es Ćŗtil porque ālocaciones como estas, que se preservan a travĆ©s de los aƱos, sirven para representar otras Ć©pocas, ya que son barrios que quedan congelados en el tiempoā.
Un barrio que quiere renacer
Desde el 2016, Daniel Valencia arrienda una sala de una casona, ubicada a los pies de la plaza en donde tiene su librerĆa llamada Monociclo. Las clases de yoga que se dan en los pisos ubicados arriba de Ć©l le han facilitado la venta de libros sobre autoconocimiento, tarot, orĆ”culos y temas similares.
Las instancias que potencian la cultura son importantes para Daniel porque le suman ventas, pero ademĆ”s valora que este barrio āgenera un espacio para el arte, la comunidad y la cultura. Es algo comĆŗn cuando hay buen clima, como en el otoƱo y la primaveraā, comenta.
Este sitio imponente y a la vez tranquilo, se ha visto afectado por problemas de seguridad. Aunque Daniel asegura que āno se podrĆa decir que es un barrio conflictivo. Las casas son tan altas que bloquean el sonido y asĆ permiten respirar otro aireā. Estas apreciaciones las comparten todos los vecinos. De una u otra forma, todos han experimentado el amor a primera vista con este lugar, una isla en el inmenso mar de autos, micros, y edificios, algunos mĆ”s altos que otros. Por lo mismo, no han hecho mĆ”s que seguir enamorĆ”ndose del sector, al punto de que ansĆan verlo surgir desde las cenizas.
Desde la chocolaterĆa Süss, Marianne Salinas, quiere que mĆ”s personas sean testigos de la belleza de esta zona en la que trabaja. Al mismo tiempo espera āllegar a ser como el barrio Italia o Lastarria, que son lugares chiquititos pero emblemĆ”ticos de la ciudadā.
Los aƱos mozos de este sector han dejado la vara alta. Es probable que no haya mĆ”s aristócratas que vivan ahĆ, y nunca se podrĆ” conocer el Palacio Concha-Cazotte, porque fue demolido hace muchos aƱos, pero hay algo especial en el corazón de este sitio que impresiona a quien lo visite.
Para artistas como Johan López, la estĆ©tica de este sitio es difĆcil de igualar. Ćl olvidó cuĆ”ndo, por quĆ© y cómo llegó ahĆ, pero recuerda que āla primera vez que vi la plaza en el centro del barrio, me sorprendió. Era como viajar en el tiempoā.
Por Ćŗltimo, estĆ” la persona de la que todos hablan ahĆ y quien podrĆa responder cualquier pregunta sobre el sector, Alejandra Balboa. Ella ha volcado su vida al Barrio Concha y Toro, y se esfuerza por verlo en lo mĆ”s alto. Para ella, hay una idea clara: todo el trabajo invertido en cada actividad, cada lata recogida, cada foto tomada āno es solo por los visitantes. Es el lugar que habitamos y hay que regresarle su dignidadā.
