El Festival de Viña merece respeto, no pifias

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El Festival de Viña del Mar es, sin duda, el evento musical más importante de Chile y uno de los más prestigiosos de Latinoamérica. Pero junto con su imponente escenario, la Quinta Vergara alberga otro protagonista ineludible:el “Monstruo”, ese público exigente, pasional y, a veces, despiadado que ha convertido la pifia en un símbolo de identificación.

La cultura de la pifia se ha convertido en un fenómeno casi ritual, especialmente en las presentaciones de humoristas, donde un chiste fallido o una pausa incómoda pueden desatar una marea de desaprobación. El “Monstruo” ha sido responsable de episodios memorables, desde artistas que han huido del escenario, hasta otros que han sabido dominarlo con astucia y carisma.

Sin embargo, ¿hasta qué punto esta práctica es justificable? Más allá del folclore que rodea al “monstruo”, lo cierto es que la cultura de la pifia se ha transformado en una forma de violencia simbólica que puede destruir carreras y opacar el esfuerzo de quienes suben al escenario. No se trata de censurar la opinión del público ni de exigir aplausos forzados, sino de promover el respeto por el trabajo del artista. La crítica es válida, pero el escarnio no debería ser la norma. ¿Realmente es un mérito hacer que un artista fracase? ¿Cómo nos vemos como país a nivel mundial?.

En algunos casos, esta práctica ha traspasado los límites de la crítica legítima para transformarse en un hostigamiento innecesario, de esto muy bien lo saben artistas como Óscar Gangas(1998), Vanessa Miller(2003), Natalia Cuevas(2004), Salomón y Tutu Tutu(2008), Ricardo Meruane(2016), Jani Dueñas(2016) y en la reciente edición del festival con el comediante venezolano George Harris.

Desde antes de comenzar su rutina, un sector del público lo recibió con silbidos y gritos, generando un ambiente hostil que finalmente lo obligó a abandonar el escenario tras solo 20 minutos de presentación. Más que una reacción espontánea del “Monstruo”, lo ocurrido con Harris fue un claro ejemplo de cómo la pifia puede convertirse en una herramienta de sabotaje, impulsada por prejuicios y animadversión más que por una evaluación justa de su trabajo.

Hoy, en una era donde la sensibilidad social ha cambiado y donde la crítica destructiva es cada vez menos tolerada, las pifias podrían estar perdiendo su mística. ¿Es posible que el Monstruo se pueda domesticar con el tiempo?

El Festival de Viña es una plataforma de proyección internacional, y con ello, tiene la responsabilidad de evolucionar. No se trata de eliminar la exigencia del público, sino de redefinir los límites entre la crítica legítima y el ensañamiento innecesario. Porque una cosa es ser un jurado implacable, y otra muy distinta, ser verdugos de un espectáculo que, al final del día, debería ser una celebración de la música y el humor para todos.


Foto: Agencia UNO. Extraida de: Diarioelcentro.cl

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